Después de enterarme
que mi corazón no estaba funcionando como el de cualquier persona corriente,
decidí seguir con uno de los consejos -el principal ciertamente- que mi médico
me había recomendado.
Llevaba años en mi
trabajo y a mi edad el stress era bastante insoportable, por lo cual presenté
la renuncia y mediante un acuerdo con la empresa cobré indemnización como si
hubiera sido despedido.
Decidí tomarme las
cosas de forma más tranquila, y a la vez como siempre quise vivirlas.
Tuve la suerte de
conocer a un editor de novelas y cuentos, que hace tiempo insistía con que
publicara uno de mis trabajos. Nunca le había hecho caso porque siempre pensé
que no iba a poder vivir de mis textos fantasiosos. Pero a esta altura no
importaba. No quedaba mucho más que hacer y quería cumplir con uno de mis
sueños de adolescente con lo que me quedaba de vida.
Habiendo vendido mi
propiedad, tomé el auto y fui por la carretera.
El paisaje, según
como iba queriendo verlo, acompañado por la música, me llevó hacia un pueblo
alejado de la ciudad.
Elegir la nueva casa
no costó demasiado. Era hermosa. Antígua y con olor a viejo, cosa que me
molestaba, pero para cuando decidí comprarla, ese era el olor que buscaba, ya
que indicaba que había resistido el paso de los años, y no era ninguna de esas
propiedades mal construídas a base de cal y paredes finas e inestables.
Qué equivocado
estuve!
La primer noche pude
darme cuenta que aquel lugar no me pertenecía.
Sentado en mi escritorio,
corregía viejos cuentos, acompañado por una lámpara que emitía la suficiente
luz para poder ubicarla taza de café que estaba al lado de mi portátil.
Bach estaba sonando
de fondo, muy sutilmente, con su Clave Bien Temperado, interpretado en el instrumento
para el que fue tocado por Gustav Leonhardt. La clásica siempre acompañó mis
mejores momentos de desvaríos, y para no romper la racha, esa noche no sería la
excepción.
"Descansé en tu
cuerpo y sentí que la muerte no podía ser más hermosa que de esa forma.
Mientras tus lagrimas caían en mi rostro me despedí de vos, sonriendo."
Había terminado. Vi
vista aun no requería de anteojos, pero sí se cansaba con más facilidad.
Apagué la portátil
luego de guardar el documento y enviarlo por mail a la casilla del editor.
Me levanté de la
silla y noté que las piernas me temblaban del cansancio.
Mi corazón latía
fuerte y mirando el reloj maldije por olvidarme de tomar las pastillas que
acomodaban mi ritmo cardíaco. Una de ellas era enorme y la detestaba porque
solía quedar un largo rato en mi garganta por más que tomara agua hasta
llenarme la panza. Supongo que esa negación por tomarlas había logrado hacer
olvidara tomarlas en horario esa noche, y la anterior, y la anterior, la
anterior… y seguramente la próxima.
Caminando hacia la
cocina a oscuras comencé a sentir frío. La sensación fue inmediata, como cuando
uno ingresa a un comercio con aire acondicionado, y me pareció raro, ya que el
ventilador de pie que tenía encendido era inútil frente al calor abismal de
verano que hacía esa noche.
Supuse que era un
efecto nuevo de mi malestar, y volví a maldecir. Mi corazón comenzó a latir más
fuerte y recordé que mi médico me había hecho otra recomendación importante: “Cuente
hasta diez. Relájese.”
Cada paso que daba
hacia la cocina representaba un número y cada dos pasos inhalaba y exhalaba el
aire de mis pulmones.
De pronto, comencé a
ver salir el vapor desde mi boca, imperceptible en verano, pero muy frecuente
en invierno, cuando la temperatura del ambiente difiere de la corporal. El frío
no era normal y me sentí en el refrigerador de una carnicería.
Mientras más pasos
daba a la cocina, la luz se volvía cada vez más tenue. El clave de Bach era casi
imperceptible a mis oídos.
Fue inevitable
comenzar a asustarme. Cerré mis ojos tan fuerte como pude, tratando de
relajarme. Pero lo que logré con eso fue sentir como en mi interior mi corazón
latía a ese ritmo que una vez me llevó desde el trabajo a la guardia del
hospital, inconsciente y moribundo.
Cuando abrí los
ojos, estaba frente a mí esa horrorosa figura. Sonriendo y con ojos brillantes.
Desnudo de pies a cabeza, todo marcado por cortes en diferentes partes del
cuerpo, suturados con lo que parecía ser hilo de carnicero.
Quise gritar, pero
no tenía aire. Las figuras a mi alrededor comenzaban a desvanecerse y me sentí
mareado.
Me di la vuelta
dispuesto a correr, pero apareció detrás de mí, como si se hubiera tele
transportado.
Sentí un dolor
punzante en la boca del estómago. Miré mi cuerpo y un cuchillo abría mi piel al
ritmo frenético de su mano. Mi sangre chorreaba sobre su desfigurado rostro que
reía a carcajadas.
Mi mente se apagó.
Olí a flores de
jazmin.
Desperté sobre la
cama gritando.
Miré a mi alrededor
y la luz del día era fuerte. Ubiqué el reloj-despertador. Marcaba las doce en
punto.
Fue un sueño.
Me levanté de la
cama. Las piernas aun me temblaban de la impresión. Me dolía la panza del
susto.
Fui al baño porque
sentía la necesidad de orinar. Llegando al espejo miré mi rostro ojeroso, pero
después noté que mi remera tenía unos manchones color carmesí.
Levanté mi remera y
ahí estaban los cortes, suturados por hilo de carnicero, aun abiertos y
sangrando.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
La casa estaba
helada…
:) muy interesante tu relato creo q el miedo lo transmitis muy bien :)
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